martes, 13 de diciembre de 2016

COLOMBIA JUSTICIA, Despotismo y crueldad el caso de la niña Yuliana Samboni

  
  Otra vez y en cuestión de días la justicia en Colombia promete aclarar el doloroso caso sucedido hace unos días, en donde una niña indígena de 7 años, desplazada con su familia de su territorio por la violencia rural y quien fue raptada, violada y asesinada por un arquitecto Bogotano de 38 años miembro de una familia supuestamente "prestigiosa", familia que según lo que se reporta en los medios trató de encubrir al delincuente, ojalá la justicia esta vez cumpla con su oficio y no dilate como suele hacerlo con sus absurdos métodos y sistemas inventados para no hacer justicia, el vencimiento de términos por ejemplo, recurso que muchas veces, nos ha dejado perplejos y tristes ante la arbitrariedad y la injusticia.

Esta terrible circunstancia nos pone a la luz una radiografía de una de las terribles cosas que hay en la sociedad colombiana, este según los expertos no es un caso aislado, se trata de una situación que se repite a diario prueba es la alarmante cifra de 16000 casos al año según el departamento de medicina legal. Este es solo un tema de los gravísimos por los que se ve afectada una sociedad que tiene que convivir con cierto tipo de individuos que sin ningún tipo de ética, ni reflexión moral, lo mismo les da hacer un peculado millonario, traficar con drogas, volar oleoductos, violar o asesinar niños, una sociedad que convive de manera preocupante con una maldad sin límites alimentada por la venta y propagación sistemática de los antivalores y la injusticia.
  
Me pregunto: qué futuro le espera a una sociedad que trata así a sus niños?. Pensemos por un momento como de difícil pudo haber sido la corta vida de esta niña, víctima inocente de un país y unos gobernantes que han evitado trabajar con seriedad y compromiso por construir unas estructuras de poder fuertes y estables que garanticen la seguridad y den a sus ciudadanos oportunidades para una vida digna. Con una sociedad que ha aplazado despóticamente el trabajo serio para construir un nivel de ciudadanía, garantía única de convivencia y equilibrio social.  

Si los recursos maravillosos de esta tierra se usarán para crear empresas generadoras de riqueza y desarrollo regional no se viviría en ese estado caótico y destructivo. Si se fundamentara la convivencia entre los habitantes del país bajo el concepto básico de ciudadano y se utilizarán con visión el potencial de cada región invirtiendo en educación, desarrollo humano, probablemente  se generaría una transformación necesaria para el cambio. 
Si cada colombiano tuviese voz y fuese oído a la hora de reclamar justicia y tuviese poder  para moldear el comportamiento del otro, si se abandonara la violencia como recurso generador del cambio quizás se podría encaminar el futuro del país. 
Parece sin embargo que este camino está lejos de transitarse, porque el sistema político y gubernamental es el primer generador de violencia y el mas indigno representante de los valores necesarios para el funcionamiento de la sociedad, la corrupción política creciente, bárbara y despótica, ejerce una presión sobre la gente inaguantable y genera todo tipo de frustración y autodestrucción. 
El ejercicio político en el país está marcado por un sistema autosuficiente, corrupto y blindado por un sector de la justicia que encuentra refugio y protección siendo su aliado, con un sistema legislativo egoísta, déspota, vanidoso y ambicioso y un gobierno central que solo se mira en su propio espejo y desconoce la voz y la queja justa de la gente trabajadora, que es quien en últimas mantiene lo que se podría llamar país. 

El caso de la niña es un reflejo de una sociedad enfermiza, es un episodio real donde la barbarie, el odio, la violencia en su más monstruosa fase hace un llamado de atención urgente  ante una situación que viven miles de niños a diario.
Imagino que lo que lleva a estos enfermos a ese comportamiento aberrante, son miles de trastornos y un problema grave de la justicia, la impunidad, el hecho de que no se castiga, ni se condena con la rigurosidad que se requiere, los delincuentes no ven posible el castigo a sus acciones y conocen las limitaciones de la justicia, hablamos de una sociedad sembrada de antivalores y con un nivel de autorreflexión casi nulo.

Una sociedad que se acostumbró a través de su discurso telenovelesco a hacerle propaganda a la exclusión, a la injusticia y a la inmoralidad como un camino posible y rápido para conseguir los objetivos y logros en la vida; son innumerables las telenovelas que reproducen una idea de país donde la temática de la corrupción y el enaltecimiento al robo, la mafia, la prostitución, son pan de cada día, en donde se muestra una  alianza entre el poder y la justicia como herramientas de bienestar y privilegios para un segmento corrupto de la población que cabalga victorioso con sus banderas de destrucción y muerte.
Son muchos los frentes a los que hay que prestar atención ante esta sociedad anárquica, despótica, enfermiza y disfrazada de democracia.   

Esta niña es un símbolo doloroso de un país que sacrifica toda racionalidad y cordura por una serie de mentiras y engaños que a largo plazo no darán sino este tipo de resultados. 

Si desde el fondo del corazón se tomara  conciencia del país y sus recursos, si se empezara a trabajar desde la individualidad a no ser cómplices de tanto oprobio,  respetando al otro,  siendo solidarios con el otro, ayudando a construir una sociedad en torno a ideas sensatas, en donde todos los colombianos independientemente de su diferencia étnica o racial, creencias, afinidades religiosas, situación económica, etc pudiesen tener un estatus de ciudadanía, acceder a tipos de trabajos honrados que les permitieran vivir dignamente, si se lograra escalar hacia unos mínimos que garantizaran el bienestar, la vida y la protección, seguro que llegaríamos mucho más lejos que por esta vía. 

Pero las contradicciones también se reflejan de manera dramática en en el manejo de los recursos, la injusticia, desamor y violencia se ejerce arbitrariamente sobre los recursos, ecosistemas y entornos vitales . Ahora ordena el gobierno Colombiano, acabando de recibir la gran farsa del premio Nobel de la paz, empezar a fumigar los cultivos ilícitos con glifosato de Monsanto, que visión de país, que idea de respeto, amor, humanidad, puede contener este despropósito?.  

La cultura de la barbarie, la hipocresía y el antivalor como eje del ejercicio político,  los intereses egocéntricos del gobierno central y regional hacen proliferar las mentiras y contradicciones, el gobierno se vanagloria de su habilidad para vender los recursos del país al mejor postor, para cambiarlo por regalías, que luego son en muchos casos capitales dignos de los bolsillos ambiciosos de los corruptos,  a falta de un plan económico de desarrollo centrado y con visión de futuro, pan para hoy hambre para mañana. 
Un Senado que como perros rabiosos se reparten el pastel y tapan los defectos del gobierno a fin de mantener sus privilegios. Pido justicia y sensatez especialmente para los niños quienes son los más vulnerables ante este no muy consolador panorama.